domingo, julio 06, 2008

Un Tango en Mancora



Cuando me dediqué a escribir ficción no me daba cuenta de la gran responsabilidad que esto implicaba. Me vino a la mente el episodio de la difusión radial de la Guerra de los Mundos de O. Welles, en la cual el público radio oyente fue convencido de un gran fantasía. Me siento como Peter Parker después que mataron al tío Ben. La responsabilidad me vino de golpe siempre. Mi vida es una mezcla de ficción y realidad.

Ahora estoy sentado en un viejo cuarto de una azotea frente a El Olivar. El clima es feo y gris. Veo cómo la gente es tan irresponsable que deja que sus perros hagan la caca por cualquier parte, por eso huele tan feo en todo San Isidro.

Estuve viendo un viejo álbum de fotos y recordé como conocí a Lisa, mi mujer. Entonces estaba en Mancora, en casa de unos amigos y habíamos pasado una tarde en la playa tomando cervezas y pasando unos batecitos escuchando al gran maestro Bob Marley. De pronto se hizo noche y y entramos a la terraza de la casa. Como iluminada por un reflector salió Lisa de la cocina preguntando quien quería pizza de mariscos y una botella de vino en la otra mano. Simultáneamente, el Madu, que es un inmaduro de mierda, puso por meter chongo un cassete de tangos, entonces no se me ocurrió otra cosa que decirle: ¿bailas?...



Ella soltó la pizza sobre la mesa y tomó un sorbo del pico de la botella clavándome esos ojazos y me tomó de las manos y se abrazó a mí. Fue una sensación inolvidable. Ella me seguía y se dejaba llevar a la perfección. Yo sólo había bailado salsa y sabía unos pocos pasos de tango pero nos salió una fantasía.

Nuestros alientos de vino y cerveza nos excitaban. Su perfume era exquisito. Hasta los "huascas" se despertaron para vernos bailar. Habremos bailado 4 tangos hasta que estallaron los aplausos. No sé si fue la yerba pero la gente estaba extasiada. Nadie había pronunciado palabra hasta que Renato gritó: buena Gardel! y estallaron las carcajadas. Luego volvió a sonar Bob Marley y la gente se devoró la pizza. Nosotros nos fuimos a la playa y luego de besarnos por horas nos quedamos dormidos abrazados bailando en sueños.

Su madre, actriz de teatro, le habia enseñado a bailar tango, cuando era joven , pues pensabe que una mujer que baila siempre tendrá fuertes piernas y hermosa cintura. Por eso amo a mi suegra. Nueve meses después nació Lisa Mía.