lunes, junio 23, 2008

El Autodidacta

Nunca se preocupó de afeitarse ni en abandonar su playa. Las olas que llegaban una tras otra nunca dejarían de hacerlo. Nunca dejaría su choza, ni su toldo donde dormitaba. Si se fuera, extrañaría las palmeras, la arena, la selva.

El anciano aún conoce al Sol acostarse y a la Luna farolear noche tras noche. No conoció libros ni tampoco pluma. Si tenía nombre o no, no importaba. Nadie lo usaría. Al único que podía mentirle era a él pero después se perdonaba. Un día llegó a su playa un baúl lleno de rompecabezas. Al no tener una ética colectiva se convidó a probar una por una las piezas para ver si superaban los huesos de mono. El baúl lo utilizó para sentarse y guardar en él mirares de fondo.

Era un plano el cual escudriñar, uno cada tres, luego lo cerraba. Imaginó un baúl en el cual se cambiaran los fondos cada vez que se abriera.

Empezó a obsesionarse con la idea que algo aparecería cada vez que abriera el baúl. Hasta que un día lo logró: abrió el baúl y encontró por fondo una imagen: era una guitarra. Cerró el baúl, asustado por la presencia de la imagen. Volvió a abrirlo lentamente y ya. No estaba más la guitarra. Le pareció demasiada curiosidad el baúl y recién empezó a fijarse bien en él.

Tenía tallados unos controles como de televisor.La áspera madera conservaba el moco de las algas negras del océano.

“Reconozco que he vivido solo y que no tengo conocimiento de otro hombre como yo, pero ese instrumento que ví parecía que tenía vida”.

Esa noche el anciano soñó con la guitarra, la escuchó sonar pero no podía verla. Despertó angustiado: soñó que el Sol no aparecería esa mañana. Temía no poder ver la luz de la mañana. Un pánico imponderable se apoderó de él. Sólo tenía una solución: esperar que los pájaros cantasen, que el mar entrase más cargado, que la barba lo saque de su choza para darse un baño.

Para evitar ser sorprendido por el momento en que no aparecería el Sol, es decir, cuando no vuelen las aves, cuando el mar sea sordo, cuando el olor a selva no llegue a la choza, decidió cerrar los ojos; después de un momento abría uno a través de sus dedos que los tenía como rejas. Cantaron los pájaros y el sol empezó a clarear como la primera mañana. El mar venía insaciable, incansable y alborotaba gaviotas,albatros y cangrejos.

El hombre pateó el baul y lo destrozó, no cabía en sí de furia, la idea de no ver otra vez el Sol lo había enardecido. Despues entró al agua, empezó a gritar, cogió puñados de arena y se los llevó a la boca, mascó a rabiar y luego estalló en una carcajada de júbilo, atorándose para tomar más agua y afeitarse por primera vez.

El anciano se rapó totalmente esa noche frente a la playa. Había juntado las maderas del baúl y apuntando con sus palmas imaginó fuertemente que se desvanecían. Ante sus ojos saltaron chispas y el Fuego apareció.


(1996)