Cultura Pollada (aC /dC)
Una presa de pollo a la parrilla, papas, un puñado de ensalada y, de salsas, ají y mayonesa en bolsitas separadas; el tenedor de plástico envuelto en una servilleta. La música en parranda estalla por los parlantes y las cervezas desfilan por las desesperadas gargantas. La gente baila, sudorosa, con anchísimas sonrisas y muchos dientes perdidos, se vacilan y empinan y empinan el codo y el humo, como dragones, chupan sus fallitos. La donación cuesta seis soles, porque tarjeta aceptada es tarjeta pagada.
El día siempre es sábado, día de desfogue y de mostrar las reales sugerencias. La acepción también ha sabido mudar culinariamente de cocinas para congraciar a los paladares más singulares, por eso se saborean también cevichadas, frejoladas, cuyadas, chicharronadas, tamaladas y todo lo que pueda llevar como sufijo ada y, por supuesto, soportar el estómago. El fondo siempre también es pro-algo: pro-salud, pro-no hay chamba, pro- necesito plata ya. La gente se vacila, chupa, baila, suda, ríe, un toquecito del fallo, humo, se carcajea, chupa, mira mal, chupa, baila y se vacila: Dionisio Baco en el Zapallal, con música en onda del ande, guatón, ebrio y achorado; zampados todos, trampeando.
Sin cambios muchos en dos mil años, antes era con chicha de jora y con pachamanca como pago a la Mama Pacha, ahora no es otro que un negocio más para sobrevivir. Pero para barajarla con mejor terminología se le suele llamar también actividad, como el acto en el que se ofrece la mano extendida (con cerveza y juergón) para solicitar ayuda y acto en el que se gasta y se chupa para ser solidario y demostrar afecto. Mientras, las horas en la noche se consumen hasta aceptar a la mañana. Los perros salen a olfatear los huesos y las tías preparan el aguadito.
(Colaboración de Madujoint)
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