miércoles, octubre 08, 2008

¿De qué sirve tener Fe si se tiene Mala Suerte?”

¿La Vida? ¿Qué es la Vida? La Eterna interrogante frente a la Vida. ¿Qué podría escribir yo?

(La Madre de todas las Stonuras...1986)

En un lugar desconocido, en un tiempo no vivido, nace Karl. Pero él no nace cuando fue parido sino mucho tiempo después. Fue bautizado en un día que marcaría su vida para toda su muerte.

Nació ese día y tuvo tan mala suerte que no había agua, así que lo tuvieron que bautizar con cerveza negra. Salió tan meloso que todas las moscas se le pegaban y quedaban atrapadas por las patas y por más que se sacudían morían ahogadas en la cerveza sudosa; pero a nadie le importó porque todos celebraban dentro de la casa. Si podía llamársele así a esas cuatro paredes sin más ventanas que dos agujeros hechos por bombas durante la guerra.

Un foco colgaba del techo, si podía llamarse techo a esa trama de pájaros muertos enredados por alambre de púas y recubierto de estiércol. La casa estaba dividida en cuatro ambientes: comedor, sala y dormitorios. El baño quedaba afuera y era una casetucha colocada sobre una pequeña atalaya ubicada sobre el río Nemrod. Muchos caían detrás de sus inventos y aguas al pisar en falso en hueco acusatorio. No morían pero salían tan embarrados de excrementos y orines que tardaban semanas en secarse y luego sacarse la costra fecal que a final terminaba adornando las paredes de la casa como recuerdos de la anécdota.

El día que Karl nació hubo un eclipse de sol justo cuando tomaban la única y última foto donde pudo aparecer él. Claro, la foto se veló, pero a nadie le importó.

Desde pequeño fue inculcado en la fe, el amor al prójimo, a los padres y todas esas cosas que a uno le meten en la cabeza como si fueran zanahorias para hacer un delicioso extracto. Karl no comía en exceso ni tampoco bebió mucho hasta que cumplió los siete años, estaba madurando rápido. Su padre solía pegarle dos veces por semana -a ver si crece un poco- decía. Su madre era tan cariñosa como su padre; la única que no lo entendía era su abuela que no le daba más de una “luca” diaria para su respectivo “mixto”. Karl no tenía hermanos pero sí hermanas: Briggite y Raquel; ellas estudiaban en un internado donde sólo iban chicas con problemas sexuales. Las monjitas las trataban bien y les enseñaban el amor al padre, conocido o no, a la virgen aunque ya no lo fuese y al espíritu santo, que ya no era tan santo ni tan espíritu, ya que se presentaba en el cuarto de las alumnas y las purificaba con el soplo divino.

Karl cumplió 20 años y no había tocado nunca una mujer, aunque estas abundaban en su pueblo. Se caían en las calles de maduras y eran convertidas en dos cosas: o en insecticida o en miel; sus corazones eran vendidos en el mercado “para traer dicha en el hogar polígamo”, pregonaban los putos que los ofrecían a 2 X 1.

(Continuará...)