jueves, junio 04, 2009

“Pero nos fuimos...”

Entramos al bar y copamos todas las mesas libres que habían; el piso apestaba a chelas y pisadas de extraños. La música era atronadoramente divertida, casi tenías que gritar para conversar. El humo de los cigarros se impregnaba en los cabellos y en el sudor de la gente. El mozo trajo un plato con “canchita” y yo pedí una jarra de chela, no sé quien pidió otra jarra y prendieron un fallo sin filtro, esos que apestan a caca de conejo. De pronto fue cuando la vi. Aún me acuerdo de ella; estaba con dos choches y una amiga, el cuadro típico de la amiga que pasaba desapercibida y los dos patitas que afanaban con la costumbre de los fines de semana. Hablaba y reía con una naturaleza de ser la dueña del bar. Habría jurado que se llamaba Theresa, así con “h”. Irradiaba luz de todo ella; le mandé una rosa y todo era ebriedad entonces. El chibolo que le llevó la rosa hizo bien su papel de mensajero. Después de un rato desapareció; fue como si se hubiera ido a dormir de tan aburrida. Como si ese lugar lo conociera miles de noches. Los patitas se fueron con la amiga fea que no era tan fea ahora que Theresa se había ido a dormir. Las chelas se habían secado en esos diez minutos o una hora, -no sé- los cigarros apestosos seguían haciéndose humo y la cara de ebrios se enmascaraba en nuestros rostros. Sentía mi cara como de chicle, la mitra pesada, la música era horrible y todo el mundo parecía estar tan resina como el piso de madera. -Vamos o’e, ya no pasa nada- La habría buscado en todos los ambientes, en el bar, pero nos fuimos...

(1996)